Uno de los problemas que se han agudizado con la extensión y prolongación en el tiempo de la pandemia y todos sus efectos ha sido los problemas de salud mental en nuestro ámbito personal. También en el trabajo, la presión ha sido muy grande para todos, para empresarios que no sabían si mañana abrirían su negocio o para los empleados que no sabían si iban a trabajar. Esta es una de las razones por las que desde diferentes sectores se quiere que el síndrome del trabajador quemado sea catalogado como enfermedad profesional.
A esto se suma que determinados sectores han estado muy presionados. No hablamos solo de trabajadores del ámbito sanitario, también en otras áreas cuando se ha podido trabajar la presión para recuperarse, para intentar aprovechar al máximo el momento e intentar minimizar pérdidas ha sido muy grande.
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Por eso desde diferentes sectores laborales se está en conversaciones con el Ministerio de Trabajo para que el síndrome del trabajador quemado sea catalogado como enfermedad profesional. Hay que tener en cuenta que desde el pasado día 1 de enero de 2022 entró en vigor la revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades, que implica considerar el síndrome del desgaste profesional como un problema relacionado con el trabajo.
En la anterior clasificación simplemente se catalogaba como problemas relacionados con la dificultad en el control de la vida. Este cambio abre la puerta a poder coger una baja laboral cuando el empleado es diagnosticado con el síndrome del trabajador quemado.
¿Cuáles son los síntomas del trabajador quemado?
La principal causa de este síntoma es una sobrecarga de trabajo, pero también pueden tener que ver con unos horarios extendidos, una gran exigencia de energía o recursos personales o una falta de consideración hacia su trabajo y persona. De este modo parece lógico que sea una enfermedad profesional.
Respecto a los síntomas que permiten reconocer la enfermedad destacan:
- Falta de energía y sensación de abatimiento desde el inicio de la jornada laboral.
- Sentimientos de frustración y fracaso al no conseguir los resultados deseados a pesar del esfuerzo invertido en las tareas.
- Estado de ánimo irritable, impaciente, negativo, irónico y distante, llegando a mostrarse frío e indiferente hacia las personas atendidas y con los compañeros de trabajo.
- Incapacidad para concentrarse en el trabajo y para relajarse o desconectar al finalizar la jornada laboral.
- Sensación de desbordamiento ante las demandas emocionales de los demás, careciendo de fuerzas para seguir involucrándose en las relaciones con ellos.
- Frecuentes dolores físicos, además del desarrollo de enfermedades psicosomáticas, como, por ejemplo, fatiga visual, dolores de cabeza y musculares, entre otros.
El efecto es devastador para la productividad que cae en picado. El trabajador nominalmente está en su puesto de trabajo, pero realmente no está cumpliendo con su cometido de forma eficiente. Es una de estas cuestiones que generan un bucle en el que ni empresa, ni muchas veces el propio empleado, saben como salir y solo se sale del mismo rompiendo la relación laboral.
Por eso, quizás una pausa, poner un poco de distancia con unos días de baja sirva para por una lado limpiar nuestra mente y por otro que la empresa pueda ayudar en determinados aspectos a este empleado si quiere mantenerlo dentro de su plantilla.